Stop
Anteayer entre en mi cuenta de twitter.
Solo se ve desasosiego, ira, enfado, irritación y disputa.
Aquí estamos y aquí hemos de vivir; seguro que quien esté leyendo este texto tiene la misma sensación que yo. Todos estamos nerviosos y tensos, y cada diferencia de opinión corre el peligro de convertirse en un enfrentamiento. Y, lo que quizás es peor, cada persona lleva adjunta una colección de etiquetas que la hacen pertenecer a un grupo o a otro y así la sociedad queda dividida en clases. Ejemplos, que no coinciden con mis opiniones necesariamente:
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Defiendes a Ucrania o eres pro-Putin.
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Si no defiendes a Israel, defiendes el terrorismo.
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Si preferías que K. Harris hubiera ganado las elecciones de EEUU, es porque eres un demócrata populista.
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Si prefieres que haya ganado Trump, eres un nazi racista y tonto.
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Pensar que es conveniente regular la inmigración es ser racista y fascista.
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Sugerir el derecho a un salario mínimo universal es de comunistas y vagos perroflautas.
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Una persona que habla a favor del aborto no es más que un asesino.
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Opinar que se puede educar bien a los niños sin obligarles a ir al colegio es de radicales de ultraderecha.
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Los del Black lives matter son todos unos wokistas que se creen moralmente superiores.
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Si no tomas partido frente a la emergencia climática, eres un inconsciente.
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Si eres de verdad español, tienes que querer que gane Alcaraz.
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[…]
Esa es una lista corta pero significativa. Lo que quiero mostrar con ella es lo fácil que nos es dividir el mundo en partes (habitualmente dos, la buena y la mala) y clasificar a las personas según sus supestas opiniones, creencias o actos legítimos. Los míos y los oponentes. Los amigos y los enemigos.
Un argumento hortera y pesudocientífico diría que eso es una característica evolutiva que nos ha permitido sobrevivir (y en ese argumento aparecerían los cazadores-recolectores y la reducción del tamaño del cerebro debido a la invención de la agricultura). Pero a mí los argumentos horteras y pseudocientíficos no terminan de convencerme. Y, puesto que estoy hablando de hechos y de problemas, lo que me interesa más es intentar aprender a vivir con ellos y tratar de resolverlos.
¿Es un problema esta división de la gente, y sobre todo del prójimo, en clases opuestas? No lo sería si respondiera a hechos objetivos que no conllevan consecuencias negativas. Por decir, afirmar que alguien es católico ó musulmán, negro ó blanco, adulto ó joven (boomer ó millenial)… solo es una manifestación de una realidad, de un hecho. Pero nuestra manera de ser nos lleva a extraer, de esos hechos, unas consecuencias morales y a juzgar preventivamente a las personas y colocarlas, por esos meros hechos, en posiciones de aceptación ó de rechazo, sin que ellas hayan podido siquiera explicarse.
Eso es lo atroz, pues lo que produce nuestra mente es la perpetua conclusión:
- Si no estás conmigo, estás contra mí.
Frase que solo Jesucristo puede decir porque solo Él es Dios. Y, si uno lee los Evangelios, en seguida se da cuenta de que es muy difícil no estar con Él. Las únicas personas a las que realmente se enfrenta son los escribas y los fariseos, los hipócritas y hay al menos una ocasión en que le dice a un escriba que no estás lejos del Reino de Dios. Lo que aborrecía Cristo era la doblez de esas personas y el hecho de que ellas mismas se habían separado del “vulgo” (eso es lo que significaba “fariseo”: separado).
Necesitamos, todos, parar. Porque separarnos de los demás por cualquier motivo apriorístico es dañino: dañino para nosotros, para los demás y para la sociedad. Parar porque la manera sencilla de vivir (los míos son buenos y el resto es peligroso) no es precisamente la más humana. Necesitamos parar y darnos cuenta de que lo propiamente humano es aquello que más nos distingue de los animales: la razón y el reconocimiento de que cada uno de los hombres es igual a mí.
Odiar es fácil, como dice Etty Hillesum.
Recordemos, recuerda, hermano, que en todo lo que va más allá de tu persona, tus acciones están determinadas mayormente por opiniones. No obligues a los demás a ser felices como tú crees que debemos ser. Ya intentaron eso en la Unión Soviética y así les fue.
No juzguéis, y no seréis juzgados.