La respuesta de Dixon a Hopkins
En una entrada previa traduje la carta que Hopkins escribió al Canon Dixon para agradecerle y ponderlarle los poemas que poseía de él. Una carta exquisitamente delicada.
La respuesta viene ahora. Conviene leer la primera si no se conoce.
Para entender el final correctamente, Hopkins firma su carta como todos los jesuítas, G. M. Hopkins SJ; entre las obras de Dixon que Hopkins pondera está una titulada Christ Company (“La compañía de Cristo”, “En compañía de Cristo”…). Que un anglicano diga lo que dice al final del escrito es muy notable.
Rosetti es uno de los grandes poetas (y pintores) del momento, el motor del movimiento “Prerrafaelita”.
8 de junio de 1878 de Canon Richard Watson a GMH
(Desde la Vicaría de Hayton, Carslile).
Reverendo y muy apreciado Señor,
Recibí su carta hace dos días pero he sido incapaz de contestarla antes, principalmente por las muchas y variadas emociones que ha despertado en mí. Es posible que no sea capaz de terminar esta carta de respuesta esta noche y que la reciba usted en fecha más tardía de lo esperado dada la escrita en la cabecera. Estoy seguro de que sabe cuán conmovido estoy, no, removido hasta mi propio corazón, por una carta como la que usted me ha enviado: por la cual le doy gracias desde lo más hondo de mi corazón. La coloco y valoro entre mis mejores posesiones. Verdaderamente, apenas soy capaz de imaginar que lo que he escrito, que ha sido por lo general, casi universalmente ignorado, haya sido tan valorado y atesorado. Esto es más que la fama: y puedo de verdad decir que cuando leo su Carta [nt: original en mayúscula], y cuandoquiera que la saco de mi bolsillo para mirarla, siento que prefiero haber sido así conocido y apreciado por uno, a haber tenido el aprecio ordinario de muchos. Estaba hablando hace un tiempo, como tres semanas atrás, con mi amigo el pintor Burne Jones, quien me dijo, entre otras cosas, “En realidad uno solo trabaja para el hombre singular que puede llegar a comprenderle, puede que sea dentro de siglos”. Soy feliz por haber sido comprendido durante mi vida. Pensar que usted ha reflexionado sobre mis palabras hasta el punto de hacerlas parte de usted, y que de hecho ha copiado algunas de ellas, al no poder poseer libros, esto es para mí indescriptiblemente conmovedor.
Creo que le recuerdo de la Highgate School. Al menos recuerdo a un chico joven pálido, muy ágil y activo, con un rostro muy meditabundo e intelectual, cuyo nombre, si no estoy enormemente equivocado, era el suyo. Si no me engaña la memoria, ese chico consiguió un premio de Poesía Inglesa. Puedo engañarme con esta identificación: pero, si tiene tiempo de escribirme otra vez, me gustaría saberlo. Poco pensaba que mi regalo a Mr. Lobb, que había olvidado completamente, daría tal fruto.
Con lo que usted dice sobre la fama perdida, estoy cordialmente de acuerdo. A menudo es una desventaja alcanzar la fama, al menos la fama inmediata: lleva al hombre a intentar superarse a sí mismo, o a producir algo nuevo incesantemente, o al menos a no trabajar tan natural y fácilmente como lo haría si no supiera que el mundo está observándole para ver lo siguiente que hará.
Puedo sin más añadir que recibí una carta de cálida y alta aprobación y crítica de Rosetti (a quien menciona en su Carta) como hace tres años, cuando leyó mis poemas, que no había visto antes. Junto a esa carta pongo la de usted.
Pero me avergüezo de escribir tanto sobre mí: nadie es más consciente de mis defectos como yo. Permítamente contemplar con admiración la ardua y sacrificada carrera que queda modestamente indicada en su Carta y su firma: y que le coloca en mucho más alta “Compañía de Cristo” que lo que yo estoy.
Créame suyo, con todo sentimiento de gratitud y estima,
R.W. Dixon.