Forjar una paz duradera
Nota: Esta es una versión castellana del artículo del mismo título aparecido en el número de noviembre de 2025 de la revista The New Criterion, a la que estoy suscrito. El interés, para mí y para este conjunto de reflexiones, es dar una visión alternativa a la común en España (y en la mayoría de los países de Occidente) del final de los eventos que comenzaron el 7 de octubre de 2023. La opinión vertida en este texto se parece a la que me he generado yo pero no pretendo convencer a nadie. Solo intento mostrar que hay visiones diferentes a las establecidas por los medios de comunicación en España, y que la realidad puede entenderse de modos muy diversos sin caer en los extremismos. Sé que tengo amigos que piensan de modo totalmente diferente a lo que se expone aquí. Pero también sé que, si son mis amigos, entenderán que puedo tener una opinión alternativa.
Sigue la traducción.
Sobre el acuerdo de paz entre Israel y Hamas
Para todo, dice el sabio del Eclesiastés, hay un tiempo. En el momento de escribir esto, a mediados de octubre, estamos en un tiempo de gozo. Con gran ayuda de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF), Donald Trump ha negociado un acuerdo de paz entre Israel y Hamas. También ha unido países musulmanes desde Indonesia hasta Egipto, Qatar y Arabía Saudí en el apoyo al plan de paz que firmó en Egipto el día 13 de octubre. Previamente, ese mismo día, dirigiéndose al Knesset, Trump dijo que el acuerdo “no es solo el final de una guerra, es el final de una era de terror y muerte, y el comienzo de la era de la fe y la esperanza y de Dios”. Las vallas publicitarias, luciendo una imagen del presidente, proclamaban “¡Ciro el Grande está vivo!” Ciro dio fin al cautiverio en Babilonia el año 538 AC. En el año 2025 DC puede que Trump acabe de dar fin a un ciclo aparentemente interminable de terrorismo y guerra. El día 10 de octubre, la activista venezolana María Corina Machado fue galardonada con el premio Nobel de la Paz. En seguida se lo dedicó a Donald Trump. “Se lo merece”, insistió, no solo por sus esfuerzos en Oriente Medio y en la propia Venezuela sino por su contribución a terminar otros ocho conflictos por todo el mundo. El historiador Conrad Black describió los actos de Trump como “el mayor logro diplomático en Oriente Medio desde el establecimiento del Estado de Israel”.
¿Por qué accedió Hamas? La respuesta tiene varias partes. Una gira alrededor del hecho de que, tras dos años de guerra, estaba encarando una decisión radical entre la extinción y la aquiescencia. Hamas comenzó el conflicto con la masacre del 7 de octubre. Israel respondió mediante la eliminación sistemática de lo que se denominó el anillo de fuego que lo rodeaba. Desmantelaron Hezbolá en el Líbano y el régimen de Assad en Siria y eliminaron la mayoría del alto mando Iraní y de sus principales científicos nucleares. También siguieron y mataron líderes de Hamas allá donde se escondieran, desde Gaza hasta Qatar. Con la ayuda de los B-2 y de los misiles Tomahawk americanos, pulverizaron el programa nuclear iraní.
Los términos de paz requerían que Hamas liberase a los veinte rehenes supervivientes que han tenido cautivos desde el 7 de octubre de 2023. También requería que Israel liberase a casi dos mis prisioneros palestinos, incluidos algunos de los asesinos y terroristas más notables. La liberación de los rehenes israelíes, que era la condición previa para la paz, fue causa de gran gozo. ¿Los terroristas liberados? Los términos de la paz exigían que Gaza fuera desmilitarizada y el desarme de Hamas. ¿Ocurrirá esto? El fervor celebrativo del momento nos hace dudar de plantearnos la cuestión.
Se dice que la primera víctima de la guerra es la verdad. Sospechamos, en realidad, que la primera víctima de la guerra es la memoria —el defensor indispensable de la verdad histórica. En la catarata de la guerra, las crisis puntuales absorben completamente nuestra atención. El bombardeo de la semana pasada, las atrocidades de ayer, la deserción de esta mañana… nos hacen difícil mantener los eventos en perspectiva. Añádanse unos medios de comunicación entregados a promover La Narrativa —en oposición a informar de los hechos— y… ¿quién se acordará de cómo hemos llegado a donde estamos ahora?
Cuando Donald Trump introdujo los Acuerdos de Abraham en su primer mandato, pareció por un momento que había alcanzado lo imposible: la paz en Oriente Medio. La administración Biden no llevaba en el gobierno más que unos pocos meses cuando comenzaron los reveses. En ese momento, Irán era el mayor exportador de terror del mundo. Hamas era uno de sus clientes principales. Los ataques incontinentes con cohetes con los que Hamas sitió a Israel amenazaron volverse una conflagración mayor. Entonces llegaron los horrores del 7 de octubre.
Respecto a Oriente Medio, uno de los mejores aliados de la memoria es el gran libro The Chatham House Version: And Other Middle Eastern Studies [n.t. La versión de Chatham House: y otros estudios sobre el Oriente Medio], de Elie Kedourie. Publicado por primera vez en 1970, fue reconocido inmediatamente como una obra maestra de análisis y polémica históricos. Kedourie, que murió en 1992 mediados los sesenta años, provenía de una antigua y distinguida familia judía de Baghdad. Desahuciado y exiliado tras la Segunda Guerra Mundial, encontró refugio en Inglaterra y fue durante muchos años un ornamento del profesorado de la London School of Economics. Su conocimiento era formidable, el estilo de su prosa fresco, seco, desengañado.
Si uno tuviera que reducir el logro de The Chatham House Version a un solo tema, un candidato plausible serían los peligros, las falsas promesas de una liberación espuria. Este es un tema que el historiador David Pryce-Jones subraya en su introducción al libro:
Hasta entonces el Imperio Británico había sido un punto de referencia fijo en el mundo, y quienes lo administraban habían aceptado de buena gana la responsabilidad sobre el estado de derecho y el mantenimiento del orden. El desmantelamiento abrupto de este imperio descolocó a millones de personas, dejándolas a merced de líderes autoproclamados . En un país tras otro, los logros de muchas décadas, a veces llegando a un siglo o dos, fueron deshechos en un destello de violencia; la ley y el orden dieron paso a la dictadura y la tiranía, y los cementerios y las prisiones se llenaron paralelamente. Y esto, según los hacedores de opinión de moda en Gran Bretaña, era la liberación, el nacimiento excitante del Tercer Mundo. A partir de su experiencia en Irak, Elie Kedourie entendió simplemente demasiado bien que una liberación de este tipo no era liberación en absoluto.
Pero la importancia de The Chatham House Version yace tanto en la polémica de Kedourie como en su análisis histórico. El ensayo inicial, “Minorías”, articula una sobria verdad política que, incluso ahora, varias décadas después de la locura de la descolonización irresponsable, no ha sido reconocida por los académicos ni los comentaristas bien pensantes.
“Es la moda común hoy día”, observaba Kedourie,
denunciar el imperialismo de los poderes occidentales en Asia y África. Se imputan cargos de explotación económica y se enjuicia la tiranía y la arrogancia del europeo. Sin embargo, es un hecho simple y obvio que esas áreas que se dice que sufren hoy del imperialismo no han conocido nada más que el gobierno extranjero durante la mayor parte de su historia y que, hasta la llegada de los poderes occidentales, su experiencia del gobierno era la insolencia y la avaricia del poder arbitrario ilimitado.
Vaya, “la insolencia del poder arbitrario ilimitado” fueron otra vez los destinos de las colonias que rechazaron a Occidente. El eslogan era “Autodeterminación”; la realidad fue con frecuencia la “auto-esclavización” o la “auto-exterminación”.
Quizás la parte principal de The Chatham House Version es su ensayo titular. “La Versión de Chatham House” es el nombre que Kedourie da a una sensibilidad, una orientación moral, “un estilo intelectual completo”. Kedourie tomó la expresión de Chatham House, el nombre de la sede del Royal Institute of International Affairs [n.t. Real Instituto de Asuntos Internacionales], en St. James’s Square, en Londres. Era allí donde, durante unos treinta años, el historiador Arnold Toynbee presidió como su Director de Estudios. Y desde Chatham House Toynbee promulgó su esfuerzo sentimental de alistar la Historia en un esfuerzo “para salvar a la humanidad”.
Fue, muestra Kedourie en incansable detalle, un esfuerzo cada vez más anti-occidental. Fue también, según pasaban los años, cada vez más antisemita. Occidente, concluye Toynbee en el último volumen de A Study of History [n.t. Estudio de Historia], “es un agresor perpetuo” —torpe, brutal, arrogante. “Trazo los orígenes de la arrogancia occidental”, escribió Toynbee, “en la noción judía de un Pueblo Elegido”.
Muchas páginas de The Chatham House Version podrían haber sido escritas ayer mismo. La relevancia del libro para nuestra situación actual es doble. Primero, nos recuerda una historia desagradable que hemos elegido olvidar y sin la cual los eventos actuales del Medio Oriente son ininteligibles. Segundo, nos sirve como sana advertencia.
El filósofo francés Jean-François Revel resumió ásperamente este aspecto del mensaje de Kedourie cuando observó que “la civilización democrática es la primera en la historia que se culpa a sí misma porque otro poder trata de destruirla”. La versión de Chatham House incentiva esa orgía de auto-recriminación. Elie Kedourie nos muestra cuán culpable es esa indulgencia en una culpa descolocada. En este momento, gracias en parte a los incansables esfuerzos de Donald Trump por forjar una paz duradera, el mundo parece haber dejado atrás esa indulgencia miserable. Esperémoslo. Es el prerrequisito de la madurez política y la paz duradera.