Hopkins a Dixon, 12—17 de octubre de 1881

De una carta larga con cantidad de comentarios a manuscritos del Canon Dixon, extraigo el penúltimo párrafo.

Hopkins ya había comenzado su “tercer año” (el tercer Año de probación, o el segundo noviciado, como dice él) en la casa central, Manresa House. Para entender este “tercer año”, que Hopkins no explica muy bien, dicho sea de paso, léase por ejemplo el número 70 de este texto. Este “tercer año” duraba, como su propio nombre indica, aproximadamente un año y se pasaba en una casa propia de cada congregación (los Jesuitas, para Hopkins, claro), con serio apartamiento del mundo (prensa restringida, correspondencia abierta, ejercicios espirituales, tiempo limitado para el entretenimiento, etc.).

Al Canon Dixon, desde Manresa House, Roehampton, Londres SW

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Ya veo que no entiende mi estado en la Compañía. Esta Terciaría o tercer Año de probación, o segundo noviciado, pues recibe diversos nombres en la Institución, no es para nada un noviciado en el sentido de un tiempo en el que un candidato o novicio prueba nuestro modo de vida y es libre de abandonarlo. Al final del noviciado propiamente dicho hacemos votos que nos ligan a perpetuidad y los renovamos cada seis meses (no por el periodo de seis meses, sino para toda la vida) hasta que profesamos o asumimos el grado final que tendremos, de los cuales hay varios en la Compañía. Este “tercer año” es en preparación a estos últimos votos [n.t. entiendo que aquí se expresa mal, supongo que quiere decir “como renovación”]; se la llama schola affectus [escuela del corazón] y su fin es capacitarnos para recobrar el fervor que podía haberse enfriado por la aplicación al estudio y por el contacto con el mundo. Sus ejercicios son, de todos modos, casi los mismos que para el primer noviciado. En cuanto a mí, no solo he hecho mis votos de manera pública unas veintidós veces, también los hago interiormente cada día, así que sería más falso que Judas si me echara ahora atrás. Y más que eso, puedo decir con san Pedro: ¿a quién iremos? Tu verba vitæ æternæ habes [tienes palabras de vida eterna]. Además de eso, mi mente está aquí más en paz que lo que ha estado nunca y viviría gustoso, si tuviera que ser así, en tanto o mayor retiro del mundo para ocuparme solamente de Dios. Pues en medio de las ocupaciones externas no solo la mente se aleja de Dios, lo cual puede ser causado por la llamada del deber y ser la voluntad de Dios, sino que desgraciadamente la voluntad también se enmaraña, los intereses mundanos se fortalecen, y las ambiciones mundanas reviven. El hombre que en el mundo está muerto al mundo como si estuviera enterrado en el claustro es ya un santo: pero ese es nuestro ideal.

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