Dixon—Hopkins—Dixon

Vierto una breve carta de Dixon a Hopkins, y párrafos de la correspondencia subsiguiente, que muestran el extremo temor de Hopkins a publicar cualquier cosa sin pasar previamente por la censura jesuita, amén de, como ya se ha visto en cartas anteriores, su incurable inseguridad.

19 de octubre de 1879, desde Carlisle

(De Dixon a Hopkins)

Reverendo y querido señor:

Siento que me he quedado con sus poemas más tiempo del que debía: pero no me parece bien devolverlos sin hacer algo antes.

¿Se enfadaría usted si si enviara su Loss of the Eurydice, o parte de él, a uno de los periódicos de Carlisle, poniendo su nombre, y una línea o dos mías de introducción?

Suyo siempre,

R. W. Dixon

24 de octubre de 1879, desde St. Joseph’s, Bedford Leigh, cerca de Manchester

Reverendo y querido señor:

He dejado Oxford y me han destinado a Liverpool (Iglesia de S. Francisco Javier, Salisbury Street). No estoy seguro de cuánto estaré en Leigh. El lugar es muy triste pero nuestra gente [n.t. casi seguro sus compañeros jesuitas del lugar] cordial y devota.

De sus palabras no puedo deducir con certeza si ha enviado los versos al periódico o solo estaba pensando en enviarlos; aunque supongo que lo han sido. Si es demasiado tarde para retirarlos, ya no puede hacerse nada. Me preocupa porque pueda llegar a conocimiento de alguno de los nuestros y se construya un motivo desagradable. Sería fácil explicárselo al Provincial, pero no tan fácil protegerme contra lo que otros pudieran decir. De todos modos, no tenemos casa en o cerca de Carlisle, por lo que me parece que puede pasar desapercibido. Usted, lo sé, ha actuado por pura amabilidad, pero para mí es inútil la publicación de mis líneas, excepto siguiendo los cauces ordinarios. Creo que a usted no se le habría ocurrido pensar que deseaba secretamente resplandecer ante mis superiores: eso sería una gran bajeza por mi parte. Creo, en fin, que no se habrá hecho gran daño, pues los periódicos de Carlisle no deben de tener más que circulación local; pero no les envíe piezas mías.

31 de octubre-1 de Noviembre de 1879, desde St. Joseph’s, Bedford Leigh, Lancashire

Mi querido Canónigo,

Por favor no envíe la pieza al periódico: no puedo consentirlo, prohíbo su publicación. Debe entender que publicar mi manuscrito contra mi deseo expreso es un abuso de confianza. Pregunte a un amigo y le dirá lo mismo.

Más aun, es muy poco posible que una publicación de este tipo produzca el bien que usted espera, y muy posible que cause el daño que yo temo. Pues ¿cuándo se ha oído hablar de fama ganada por una publicación en un periódico local, y más por una sola pieza? Si las cosas gravitaran por su bondad intrínseca hacia la fama, sus poemas habrían sido famosos desde hace mucho tiempo. […]

Dice usted que nuestra Sociedad promueve la excelencia literaria. Pues por eso mismo debemos dejarla que vele por su propio interés. Una publicación sin autorización no sería aprobada, pues todo lo que publicamos debe ser visto antes por los censores.

Por otro lado, si fuera usted a publicar mi pieza, ciertamente no la mutilaría. Y sin embargo, debe hacerlo; porque ¿con qué gracia podría usted, un clérigo de la Iglesia de Inglaterra, hacer de padrino de algunas de las estrofas de mi poema? Y además deseo alterar la última estrofa.

1 de Nov. — Esta carta, que la presión del trabajo parroquial ha retrasado, llegará, seguro, demasiado tarde y el Eurydice puede haber aparecido ya. Verá usted que su cariñosa pero muy equivocada amabilidad habrá sido fútil: si el periódico acepta la pieza (que seguro que imprime mal) pocos la leerán, y de esos pocos, menos aún la escandirán, mucho menos entenderán o les gustará. (Sin duda el escandido es suficientemente llano, pero la gente no puede, o no quiere, asimilar lo que sea, por llano que sea, que se aleje de lo que se les ha enseñado y de lo que les han educado para esperar: lo sé por experiencia). De hecho tengo la esperanza de que el asunto pueda incluso pasar desapercibido para nuestra propia gente.

Créame afectuosamente su amigo Gerard Manley Hopkins S. J.

5 de noviembre de 1879, desde el mismo sitio

My querido Canónigo,

Estoy muy contento porque todo el asunto se ha evaporado y no se ha causado ningún daño. Por supuesto puede mostrar mis poemas a quien usted quiera mientras no se imprima nada.

[…]

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