A Richard Watson Dixon
En respuesta, en parte, a una carta en que Dixon se ofrecía a mencionarle en su siguiente obra como un gran poeta.
12 de mayo de 1879, en St. Aloysius’ Clergy House, St. Giles’s, Oxford
Reverendo y querido señor:
Permítame primero de todo disculparme por darle el tratamiento incorrecto: es una metedura de pata que no debería haber cometido, pero nuestros Canónigos son “Muy reverendos señores” [n.t. Hopkins había tratado a Dixon de Muy reverendo padre pero los anglicanos no usaban ese tratamiento para sus “Canónigos”, y así se lo dijo este], me parece que desde hace muy poco, y sin preguntar para asegurarme, seguí tal uso.
Debería haberle escrito antes pero mi superior [n.t. Hopkins era coadjutor en la parroquia de Oxford por entonces] tuvo un accidente en el coche de caballos (igual que usted, no hace mucho), se rompió la clavícula y estuvo en cama, fuera de la ciudad, durante el tiempo más ocupado de nuestro año, y todo el trabajo recayó sobre mí, y en gran medida aun lo hace tras su vuelta, pues está en cama con otro mal. Encuentro el trabajo muy agotador y no me deja tiempo para leer y hace que escribir cartas sea costoso. Esta es mi excusa por no haber agradecido antes sus muy amables palabras.
Por supuesto fue un enorme placer que se me expresara una opinión tan elevada de mis poemas, y más por su parte.
Pero en lo que concierne a la mención que amablemente se ofrece a hacer de mí en su próximo volumen, no me convendría en absoluto. Para esto hay varias razones, cualquiera de ellas suficiente; pero basta decir ahora que (1) no tengo intención de publicar hasta que todas las circunstancias lo favorezcan, lo cual no creo que ocurra nunca, y parece que una de ellas ha de ser que la sugerencia de publicar debe venir de mi propia gente [n.t. de los Jesuitas]; (2) permitir tal mención sería por mi parte un tipo de insubordinación o de doblez hacia mis superiores. Pero aun así le agradezco sinceramente su amable disposición a hacerme un servicio.
La vida que sigo conlleva muchas mortificaciones pero la falta de fama como poeta es la menor de ellas. Desearía, eso sí lo reconozco, que mis piezas pudieran en algún momento ser conocidas pero de manera espontánea, por decir, y sin forzarlo por mi parte.
Créame, con muchas gracias por la amabilidad que sus cartas siempre respiran, su amigo sincero Gerard Manley Hopkins SJ