Mistakes were made (but not by me)
Hubo fallos (pero míos no)
Acabo de leer este libro, “Mistakes were made (but not by me)”, de C. Tavris y E. Aronson, la edición de 2020 (hay otras anteriores).
El título es muy representativo del contenido: la disonancia cognitiva, que viene a ser el estado mental de quien tiene una opinión sobre un asunto y descubre (o realmente sabe) que la realidad es opuesta. Como muestra la página de la wikipedia, la fábula de “La zorra y las uvas” es un gran ejemplo (“como no llego a coger las uvas, es que están malas, no es porque yo no pueda”).
Tal disonancia nos ocurre a todos muchas veces al día. En algunos casos es trivial (“he llegado tarde a clase pero es que el autobús paró demasiado pronto”, cuando en realidad es que nos hemos dormido), y en algunos casos es grave (“soy cirujano y una equivocación mía ha matado a un paciente, pero en realidad es porque me estaban molestando las enfermeras”, cuando ciertamente he cometido un error evitable, cosa perfectamente posible). El libro está lleno de ejemplos muy ilustrativos agrupados por temáticas. Un capítulo especialmente interesante, o varios de ellos —no recuerdo bien—, está dedicado a los conflictos matrimoniales que perduran en el tiempo porque no se resuelven y pueden acabar con la ruptura total: de ver al cónyuge como una persona esencialmente buena con algunos defectos, con el paso de los años, si esos defectos se convierten en foco de atención, se termina viéndole como “un inaguantable obsesivo” (por ejemplo) ó “una vaga redomada”… Finalizando todo en el “siempre has sido así y no quieres cambiar” tan característico de las rupturas amargas.
Como explican los autores, la disonancia, que es perfectamente normal y puede resolverse de manera sencilla al principio, genera una “pirámide” en la que el vértice es la primera vez en que uno puede aceptar su equivocación (“he comprado un ordenador que no necesitamos: bueno, la próxima vez tendré más cuidado”) de modo más o menos sencillo (hay situaciones en que es difícil), y la base es el estado generado por un modo de pensar opuesto a la realidad sistemáticamente pero imposible (en la práctica) de cambiar porque —somos así— es muy difícil aceptar un error propio grave ó una colección de errores grande acumulados en el tiempo, y lo que uno trata de hacer es buscar explicaciones ajenas (“todos estos gastos absurdos los he hecho pensando en mi familia y nos han llevado a la ruina: la culpa es suya, como siempre”).
No solo los defectos del cónyuge en el matrimonio son un asunto importante; aparecen errores médicos (y se muestra cómo puede ser mucho más aceptable para un paciente que el especialista acepte su error y pida disculpas sinceras que el excusarse en “la situación”, “la enfermedad ya era seria”, “el equipo no estaba al día”…); la excusa sistemática por parte de ciertos gobiernos de la tortura (“lo de ellos sí que es tortura”…); los errores judiciales (asunto muy grave en los Estados Unidos, donde muchos Fiscales del Estado son elegidos por votación) que terminan condenando a inocentes (“algo habrá hecho seguro”, “es preferible que algún inocente pague a que muchos culpables anden sueltos”, “hemos hecho nuestro mejor trabajo”); incluso las cruzadas y las guerras.
El libro es interesante y ameno. He de reconocer que lo he leído en el móvil (lo cual también dice mucho de su atractivo) y que ha habido pasajes en que he prestado menos atención. Pero me ha sido útil para reconocer que a mí también me pasa muchas veces y que en casi toda relación culpable/inocente, la opinión de ambas partes está probablemente teñida por esta disonancia (“yo no me he equivocado”, “es él quien ha forzado la situación”, “empezó ella”, “si se compara su situación actual con la anterior, no tiene de qué quejarse”, “por mi parte, no hubo ningún error”, “ciertamente, se han cometido errores [pero yo no, siempre ellos, o el sistema, o el colectivo, o la comisión]”…). Realmente interesante, la verdad.
Únicas pegas que le pondría: la excesiva confianza en los estudios psicológico/conductuales (como un especialista dijo más o menos, esos estudios solo reflejan el comportamiento de los estudiantes americanos de universidades de prestigio en un momento histórico concreto) y, cosa extraña, el énfasis que ponen los autores en la crítica a políticos republicanos (en castellano: se les ve el plumero), incluso dedicando dos ó tres capítulos finales de esta edición a críticas a la política de Trump (en un libro generalista (?)).
Pero, honradamente, lo recomendaría a cualquiera.