Aborto otra vez
Abortar consiste en eliminar una vida humana inocente.
Ese es el hecho objetivo.
Yo no he tenido que enfrentarme al problema nunca, gracias a Dios.
Llamar a un procedimiento como el aborto “salud reproductiva” forma parte de la táctica de los gobiernos totalitarios (o, por así decir, totalitarios intencionalmente, como son la mayoría de las democracias actuales, tanto de izquierdas como de derechas: totalitarismos frustrados por las leyes electorales o las constituciones). El libro “El lenguaje del III Reich”, de Victor Klemperer (hermano del Director de Orquesta) es un buen paralelo al 1984 de Orwell en lo que respecta a la modificación del significado de las palabras.
“Salud reproductiva”: parece algo necesario, claro. Además, hace referencia a la medicina, cómo no vamos a desearlo. El problema con esta expresión aplicada al aborto es que se elimina la otra parte del asunto: la salud de la vida humana no nacida, que requiere salud sin calificar (por tanto, más importante y apremiante) para poder llegar a su plenitud.
Pretender que la eliminación directa de una vida humana sea un acto médico es aberrante. Pero aquíe estamos y aquí hemos de vivir.
Por supuesto hay ocasiones en que puede haber un conflicto de intereses entre la vida (no salud) de la madre y la vida no nacida. Pero esta ley no va de eso. Va de quitarse de en medio un “problema”.
Listas, listas, listas
Una lista de médicos que se oponen a realizar dicha acción. Otra de las grandes necesidades de los totalitarismos, el control. Tengo un amigo a quien le gusta mucho la frase de Morfeo en la película Matrix, cuando presenta a Neo su situación y le explica lo que es “Matrix”:
¿Qué es Matrix? Matrix es control.
El control de la población, la posesión de toda la información, el saber quién hace y quién deshace: ese es el gran sueño de los totalitarismos (y, por tanto, de los totalitarismos frustrados de los que ya he hablado). En el fondo, tanto el socialista como el fascista (si es que son diferentes) lo que desean por encima de todo es controlar. De ahí que quien no actúe conforme a sus gustos deba ser marcado. (Aparecer en una lista gubernamental por oponerse a una acción es, ciertamente, quedar marcado de por vida).
¿Nada que hacer?
No tengo esperanza ninguna en los gobiernos de este país, ni presentes ni futuros, ni de izquierdas ni de derechas. Solo puede hacerse una cosa: rezar por los legisladores. Son quienes más lo necesitan. ¿Podremos decir, como Jesucristo, que “no saben lo que hacen”? Él lo decía de los soldados romanos, quienes parece que no tenían por qué saber nada de Él (aunque imagino que, siendo Él Quien es, también lo decía de todos nosotros). Pero ¿será verdad que estos no saben lo que hacen?
Por su bien, espero que sea así. Porque lo que hacen es legalizar el asesinato de inocentes sin justificación alguna.
Odiar es fácil, como decía Etty Hillesum. Y no debemos odiar, ni siquiera a estos. Al menos, así nos lo manda Cristo.
No se turbe vuestro corazón: creéis en Dios, creed también en mí.
Pero nuestra esperanza no es sobre esta tierra.
Pobre gente. Que el Señor se apiade de nosotros.