Huevo de Pascua

En medio de la devastación y la muerte
Rodeados de dolor y sufrimiento
Sin darnos cuenta
Durante la noche, en el momento más oscuro
Cristo sale del sepulcro.

Una oportunidad

Qué ocasión tan señalada para que las familias cristianas —que hoy, ahora y aquí están sufriendo tanto como el resto— celebren la liberación que Cristo nos ha traído.

Qué gran oportunidad para expresar, mediante un signo propio (como lo era la “marca de sangre en la puerta”), el Paso del Señor: el paso de la muerte a la vida.

Este es el año en que los cristianos podemos volver a descubrir el valor de una costumbre tan plástica y espontánea como el huevo de Pascua. Que los mayores, el sábado, escondan —no podrá ser un huevo de chocolate, pero sí uno cocido, un juguete, un Euro… ¡a un niño no le importa!— unos huevos en la casa para que los los busquen al día siguiente y reciban un premio por su encuentro (¿hay algo más emocionante que una búsqueda del tesoro?)… Y más aun, si les preguntan después: ¿por qué hoy y no ayer?

En medio de la devastación y la muerte
Sabemos que Cristo vive
y vela por nosotros ante el Padre.

La alegría de la Pascua está más allá de la pena y el dolor causados por la peste.

Porque es una alegría que no está sujeta a la percepción. Y es una alegría que salva porque proviene de la Luz Eterna, Cristo Señor Nuestro.

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