El Pueblo de Dios
No hay misa.
He oído decir que esto es “cosa del Diablo” o que es “castigo por nuestros pecados”.
Realmente, “misa” sí que hay porque los sacerdotes, por lo general, la estarán celebrando privadamente: tienen permiso para ello. Por tanto, el memorial del Sacrificio Eterno del Verbo hecho carne, está teniendo lugar, celebrándose, “desde donde sale el Sol hasta el ocaso”.
Pero la Iglesia sigue existiendo: ¿o nos hemos muerto?
La Oración del Pueblo de Dios
La celebración eucarística es necesaria. Pero no es la Oración del Pueblo de Dios. ¿Cómo es esto posible?
Porque el Pueblo de Dios no está sujeto al querer de los presbíteros. La Iglesia, la Esposa de Cristo, ora permanentemente, más allá de lo que hagan los sacerdotes. De aquí que el Bautismo sea conferible por cualquiera (más aun, incluso por paganos).
La Iglesia, desde siempre, ha hecho suya la Oración que Cristo utilizó, la Oración de su Esposo, la Oración que el propio Espíritu Santo escribió: los Salmos. Y, desde siempre (“Juan y Pedro subían al Templo a la oración de la tarde”, y en el Templo no celebraban precisamente la Eucaristía), los Salmos han sido la oración —no el Sacrificio, pues solo hay uno— suprema de la Esposa del Cordero.
Y, con el tiempo, esta oración tomó cuerpo en la Liturgia de las Horas, que es La Oración oficial de la Iglesia.
El diácono (y, por ende, el presbítero), en su ordenación, se obliga (con compromiso público solemne) al rezo del Oficio Divino diariamente. El presbítero no se obliga (ni siquiera puede hacerlo) a la celebración eucarística diaria: la dominical es “obligatoria” en tanto que párroco o pastor de una comunidad, nada más.
Pero la Liturgia de las Horas no es una oración reservada.
La Liturgia de las Horas, como Oración de la Esposa de Cristo, debería (entiéndase bien esta palabra) ser la oración propia de cada fiel, aparte de sus devociones privadas y su vida interior.
¿Cómo es posible orar junto a Cristo, orar a Cristo, sin utilizar las palabras que Él mismo utilizó y que el Espíritu nos enseñó? (Y que son, entre la Literatura Universal, una de las más dulces y profundas herencias).
¿Cómo es posible ser miembros de la Iglesia y no rezar con ella?
¿Es posible llamarse católico y no orar con la voz del Pueblo de Dios?
Es posible, pero es penoso.
En la práctica
Cada elemento de la Liturgia de las Horas (y, para un fiel corriente, incluyo los Laudes o las Vísperas, o ambas) lleva un máximo de 10 minutos, si se hace muy despacio. Es muy sencillo y hay una app que contiene casi todo: iBreviary, de Paolo Padridi (que, además de ser gratis, permite hacer donaciones para Tierra Santa).
Lo único que hay que aprender (y que no está en dicha app) es que, al final de cada salmo o cántico se reza un gloria.
Lo demás es seguir las instrucciones: bajarse la liturgia del día en el idioma deseado y escoger la Hora que se va a rezar.
Lo importante
Saber que uno está orando con la Iglesia, como la Iglesia aprendió de su Maestro. Y que uno está uniéndose al ritmo de la Iglesia: en la Liturgia de las Horas existe el mismo ritmo de los Tiempos Litúrgicos. Día a día, uno se acerca a la Pascua o prolonga su realización en el bien llamado “Tiempo Ordinario”.
Lo importante es vivir con la Iglesia, orar con la Iglesia.