Soy dinamita

Compré el libro I am dynamite! porque leí una recensión en la revista The New Criterion, cuya suscripción me regalaron los Reyes los dos últimos años. He encontrado varios artículos interesantes ahí: uno sobre el poeta ruso Osip Mandelstam, otros —varios— sobre “cómo leer a Kafka” y muchas opiniones que me han parecido interesantes sobre temas sociales actuales.

Nietszche siempre me inquietó. Hace ya muchos años, hablando con un conocido, le dije que era más un poeta que un filósofo, sin haber leído de él más que los textos obligatorios del COU. Sí: sé que “está mal”. Aún no he leído nada completo suyo; quizás lo haga. He preferido comenzar con esta biografía (“I am dynamite!”, de Sue Prideuax).

No es fácil

El filósofo de la “muerte de Dios” y de “Zaratustra” tuvo una vida muy complicada. Últimamente voy percibiendo que hay numerosos genios cuya historia es terrible precisamente por su condición de genios (lo que lleva, con frecuencia, a que los miembros de su entorno no les entiendan y/o les desprecien y, por otro lado, a que ellos mismos desprecien y/o no entiendan a los otros). Siempre que pienso en esto me viene a la cabeza James Joyce, quien habiendo podido ser un gran católico (fue prefecto del Sodalicio de la Virgen María en su colegio de secundaria, amén de su admiración por la filosofía tomista), habiendo podido ser un católico ejemplar, optó por la “libertad”… (de una carta a su esposa)

My mind rejects the whole present social order and Christianity—home, the recognised virtues, classes of life and religious doctrines. … Six years ago I left the Catholic church, hating it most fervently. I found it impossible for me to remain in it on account of the impulses of my nature. I made secret war upon it when I was a student and declined to accept the positions it offered me. By doing this I made myself a beggar but I retained my pride. Now I make open war upon it by what I write and say and do.

Mi mente rechaza todo el orden social actual y la cristiandad —el hogar, las virtudes reconocidas, los tipos de vida y las doctrinas religiosas. … Hace seis años abandoné la Iglesia Católica, odiándola de la manera más ferviente. Encontraba imposible permanecer en ella habida cuenta de los impulsos de mi naturaleza. Cuando era un estudiante mantuve una guerra secreta contra ella y decliné aceptar los puestos que me ofrecía. Al hacer esto me convertí en un mendigo pero mantuve mi orgullo. Ahora le hago la guerra con lo que escribo, digo y hago.

(Aunque se dice que en su interior volvió a la fe… quién sabe).

Volvamos a Nietzsche: un genio que comenzó como filólogo clásico (se le concedió una Cátedra en Basilea sin siquiera tener un doctorado) y terminó como filósofo (porque la filología le cansó). Comenzó unos estudios de teología en Leipzig que abandonó tras ir al servicio militar, del cual salió herido tras caer de un caballo. El protagonista del Dr. Faustus de Thomas Mann es muy probablemente el joven Nietszche, en su paso por el seminario protestante: la historia del abandono de la fe y su paso por el ejército (con lesión incluida) coinciden.

Según fui leyendo la biografía, iba teniendo cada vez más claro que el caso de Nietszche es, sin duda, uno de falta de guía. Sin un buen consejero (lo que los católicos latinos llamamos un director espiritual), cualquier persona —y más un genio— corre el grave riesgo de precipitarse en el nihilismo: incluso personas con muy buena voluntad (como parece que él tenía).

Y, si encima, tu consejero no es bueno sino que es el caradura de Wagner, entonces estás perdido. Esto es lo que llevó al biografiado a su visión tan oscura de la realidad y a su filosofía del superhombre y del eterno retorno. Pobre hombre.

Los judíos

Si hay algo claro (y en lo que él mismo insiste) es que Nietszche no era antisemita. Al contrario: cualquier racismo era para él una manifestación de incultura y de debilidad. Su relación con la persecución a los judíos se debe a su hermana, quien sí era claramente contraria a los hebreos y se aprovechó de la enfermedad de su hermano para hacerse famosa (y para promover su antisemitismo retorciendo y manipulando los textos); la hermana fue la fundadora de una colonia neogermánica antijudía en Paraguay, de la que tuvo que salir por piernas por fraude.

El eterno retorno y el superhombre

Según transmite la biografía, la moral de Nietszche (la del superhombre, la superación de la moral “de esclavos”) pasa por la aceptación de dos hechos: el determinismo absoluto de la realidad y la teoría del eterno retorno. Lo segundo consiste (para él) en que, debido a la finitud de la materia, toda la historia ha de repetirse una y otra vez y todo lo que ocurre, volverá a ocurrir. La “moral de esclavos”, que apareció con el fin de la tragedia griega y el nacimiento de la filosofía (Sócrates es maldito), y, después, con la ciencia moderna (que para él es otro subterfugio moral), la “moral de esclavos” consiste en tratar de “estar por encima de la realidad” sometiéndose a algo ilusorio: Dios, una teoría ética abstracta, o la misma ciencia. La “moral del superhombre” consiste en todo lo contrario: en lugar de “someterse” o de “resignarse”, el superhombre (que puede existir gracias a la “muerte de Dios”) “quiere así la realidad”. Su moral consiste no en “aceptar” la realidad (resignarse), sino en “quererla así” (afirmarla). Esta es la manera de dejar de ser esclavos (él se concibe como el primer “superhombre”).

No se trata, por tanto, de “una raza nueva” en sentido físico. Qué va (él dice una y otra vez que es el más europeísta de los hombres). Ni de “una evolución genética” ni de absolutamente nada que los nazis hayan tratado de relacionar con él (es notable que Hitler dijo “Nietszche no me sirve para nada”; solo los demagogos llevaron a cabo la identificación Nazismo-Nietszche).

De hecho, él mismo sabe que es una persona muy limitada (grandes jaquecas desde joven —algún año antes de su colapso pasó más de 100 días en cama con migrañas—, la vista muy enferma —hasta el punto de tener que llevar una visera especial casi continuamente—, problemas de digestión). Pero eso no quita para que pueda considerarse a sí mismo el primero de “la nueva raza” de quienes “quieren la realidad como es”.

Un sufrimiento tremendo, eso es lo que se percibe en su vida. Y una falta de ayuda externa casi total.

El colapso

Su filosofía —como en todos los casos— va desarrollándose con el tiempo, es dinámica, contradictoria en ciertos aspectos y, quizás sobre todo, más que un programa teórico es una colección de sentencias. Como todo genio, es consciente de su intelecto y llega a decir que es la persona que mejores aforismos escribe en alemán. Pero poco a poco su mente se va debilitando y llega un momento en que tiene el famoso colapso que termina con él en un sanatorio: desde 1890 hasta su muerte en 1900 no se conoce que recuperara la consciencia totalmente. Quedó, tras unos años internado, a cargo de su madre y de su hermana. Esta última sacó todo el partido que pudo al enfermo para hacerse famosa y lo más rica posible.

Hopkins

Nietzsche vivió de 1844 a 1900.

Gerard Manley Hopkins de 1844 a 1889.

El primero llegó a tener algo de fama en vida y fue consciente de ello. Aunque tardó en adquirirla.

El segundo descendió al ostracismo en la Compañía de Jesús, abandonó Oxford y murió en Dublín (lo peor para un inglés) y nadie reconoció su capacidad públicamente en vida.

Nietzsche trató de liberarse de toda esclavitud y de estar por encima del mundo material a base de pura voluntad (“así lo quiero”).

Gerard Hopkins solo trató de imitar a Cristo y cumplir Su voluntad (“quiero lo que Tú quieras”).

Ambos llevaron una vida tremendamente sufrida, por un motivo u otro.

No sé.

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