Purificación de la memoria

Entre los documentos que emanó el Vaticano alrededor del año 2000 se encuentra uno especialmente interesante, de la Comisión Teológica Internacional, titulado Memoria y reconciliación. La Iglesia y las culpas del pasado en el que se explica la importancia, necesidad y sentido teológico de las “peticiones de perdón” que Juan Pablo II realizó antes del Jubileo. El documento es importante porque da una explicación seria a la pregunta “¿por qué puede la Iglesia de hoy pedir perdón por los hechos malos del pasado realizados en su nombre? La naturaleza supratemporal de Cristo y de su Iglesia (amén de otras razones) es lo que permite e incluso “exige” que se haga.

Pero mi interés hoy es la expresión “purificación de la memoria” que Juan Pablo II utilizó una y otra vez durante su pontificado y que me quedó grabada. En un resumen muy tosco, la purificación de la memoria requiere, primero de todo, la aceptación de los hechos tanto en su valor histórico (“esto se hizo”) como en su valor moral (“esto que se hizo es malo”). Solo después puede pedirse perdón y llegar a la plena purificación.

Me parece que todos necesitamos tal purificación: tanto los individuos (esto es evidente en la vida de cualquiera) como las instituciones (tanto religiosas como civiles). Uno de los primeros bienes que se han de llevar a cabo es aceptar que lo que se ha hecho mal, está mal. Y, si es posible, hacerlo público. Me parece que la penitencia pública por las culpas sería un medio de evangelización estupendo.

El caso McCloskey

La introducción viene a que, de casualidad, me enteré de que el 8 de enero se hizo público que el Opus Dei había llegado a un acuerdo extrajudicial de casi un millón de dólares con una mujer que acusó a un sacerdote de la institución de haberse excedido sexualmente con ella (no parece que haya, stricto sensu, violación, pero esto es irrelevante).

Espero que no sea nuevo para ningún lector el hecho de que soy miembro del Opus Dei.

Lo más sorprendente es que el enlace que he puesto es casi el único de un medio de comunicación español en el que se recoge la noticia (otro es este). Ni El País (que, por cierto, está llevando a cabo una gran campaña sobre los abusos en la Iglesia española) ni El Mundo, ni ninguno de los periódicos grandes ha dado la noticia.

Esto es lo que me preocupa y me ha llevado a escribir esta entrada.

Si queremos (y ahora hablo tanto de la Iglesia como del Opus Dei) evangelizar, lo primero que debemos hacer es ser honrados. El acuerdo es de 2005 y no se ha hecho público hasta hoy (ni siquiera entre los miembros de la Obra era conocido). Esto no solo es “un error” sino que está mal. Muy mal. Tremendamente mal.

Más aun porque durante años se oía hablar del padre McCloskey como un “súper” sacerdote: un banquero de finanzas de Wall Street que se hizo sacerdote y convirtió a B. Nathanson (uno de los mayores promotores del aborto en EE.UU.), llevó al bautismo a Newt Gingrich (político republicano americano muy conocido), aparecía en TV con frecuencia, fue co-capellán en Princeto (una de las Universidades más importantes de América)…

Así que, cuando las cosas van bien, se habla de la gente. Cuando las cosas van mal, se deja de hablar. No me parece justo (me parece más bien una idea muy asimétrica de la justicia).

No tengo nada contra McCloskey pero sí contra el ocultamiento de la verdad. Parece ser que, en cuanto se recibieron las acusaciones y se comprobó que eran creíbles (bastante pronto), se le restringió el acceso al trato sacerdotal con mujeres. Incluso se le envió a Inglaterra, y otros asuntos.

Pero no se nos dijo nada. Y se llegó a un acuerdo secreto (o secretizado) de un millón de dólares. Según parece, donados por un individuo anónimo. No me extrañaría que fuera un amigo del P. McCloskey (seguro que los tiene y con mucho dinero) pero: ¿y si no llega a tener este amigo, habríamos pagado entre todos este acuerdo?

¿?

Todos somos iguales ante el mal. Me he sentido obligado a escribir por justicia: no pretendo ser mejor que McCloskey. Pero ya va siendo hora de que las instituciones eclesiales aprendan que ocultar la verdad puede ser peor que mentir.

Esta es la noticia del Washington Post y estas las declaraciones hechas en la página web del Opus Dei en EE.UU.. Ambos enlaces en inglés pero fácilmente traducibles.

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