Japón, I
No recuerdo quién (y no tengo demasiadas ganas de buscarlo) pero un crítico literario se quejaba de un libro de viajes de Evelyn Waugh diciendo más o menos que “estos jóvenes van de viaje y se creen que nos interesa todo lo que les ha pasado”. Más de uno pensará lo mismo de esta entrada (y de las siguientes), sobre mi estancia en Japón.
Sí, fui a ver a unos amigos (un matrimonio) durante la semana de Pascua.
Hiro (Hiroyuki Takashima) es mi amigo desde hace más de veinticinco años: yo estudiaba Matemáticas y él vino a hacer un curso de Español en una academia privada de Salamanca. Nos conocimos y nos tomamos un gran afecto mutuo. Desde entonces estamos en contacto. Vino en 2003 más o menos, con su mujer Nozomi, a España y nos vimos en Salamanca (yo vivía por entonces en Valladolid). Y el año 2010 vino también, creo que durante el mundial (coincidía con su 40 cumpleaños, que pasó conmigo en Gijón).
Desde entonces ha estado repitiéndome que tenía que ir a verles. Yo llevaba todos estos años dándole largas y posponiendo el asunto sine die, hasta que unos amigos míos de Gijón, Laudino y Ana, (muy buenos amigos), me dijeron claramente que tenía que ir a Japón, que “ya me valía”. Gracias a Dios, me fío de los consejos de mis amigos y me convencieron pese a que por aquel entonces no tenía muchas ganas de viajes largos. En fin: consiguieron que me liara la manta a la cabeza y que comprara el billete y allí me fui.
Cuando le dije a Hiro en octubre más o menos que pensaba ir a verles este año, no se lo creía y supuso que iba por un congreso o algo así. Al aclararle que no, que iba a verles, se entusiasmó (y Nozomi). Han estado planeando la semana de mi estancia durante más de seis meses. Y se ha notado.
Se ha notado que me quieren mucho y que me aprecian, eso lo primero de todo. Me han tratado a cuerpo de rey, me han llevado a los mejores lugares y me han dado todo su tiempo. Y, según ellos dicen, se lo han pasado muy bien conmigo.
Tengo una suerte increíble.
Algunas percepciones
Todavía no hablaré del viaje y de lo que visitamos. Hoy solo quiero compartir algunas percepciones que no por ser conocidas han dejado de llamarme la atención, más o menos. No son asuntos muy serios porque no está el día para reflexiones profundas. Ya llegarán.
Veamos: es un país tecnológicamente muy adelantado pero también un lugar en el que se utilizan las cosas mientras duran. Los trenes, autobuses y tranvías son unos nuevos y otros antiguos. Los antiguos están bien mantenidos y, cuando dejan de ser eficientes, se reemplazan. Quizás en España hacemos lo mismo pero he necesitado irme a Osaka para percibir esta manera de comportarse que me parece digna de imitación.
Aunque no he estado en una hora punta en un día laborable en Osaka (pues Takatsuki, que es la ciudad en que viven Hiro y Nozomi es parte de la gran urbe de Osaka pero no está en el centro y las horas en que nos desplazábamos no eran punta), se nota que puede haber grandes aglomeraciones (esto sí lo vi en el mercado central de Kioto y en una de las calles comerciales de Osaka). Pero:
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Aunque la calle esté repleta de gente, o la estación de tren, hay muy pocas posibilidades de que te lleves un golpe (el típico choque que se da con frecuencia en España): cada uno sabe a dónde va, por dónde va a ir y por lo general, se respeta la precedencia (quién llegó primero a la máquina de tiques, quién es mayor y debe cedérsele el paso, hacia dónde va cada uno…). Esto es llamativo porque realmente puede haber mucha gente moviéndose en direcciones diferentes pero no hay sensación de agobio ni de que unos molesten a otros.
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En los transportes públicos nadie habla por el móvil.
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Maquillarse en público es una falta gravísima de educación. Solo vi a una chica hacerlo, el día que marchaba, y Hiro me indicó lo que estaba haciendo y que eso “no se hacía” bajo ningún concepto.
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Hay muchas bicis por la calle y no hay problemas con los coches. Esto también se da en los países nórdicos y bajos pero en Japón me sorprendió. Gran respeto por el peatón (y el ciclista) y prácticamente ningún claxon. Percibí una paciencia notable en los taxistas (amén de ser muy simpáticos), tanto en los taxis en que entré como en los que vi pasar por la calle.
Digamos, para resumir, que hay un gran respeto (al menos externo) por los demás. A su manera, claro. El padre de familia es más importante que la mujer, cosa que aquí nos parecería forzado.
El asunto de las inclinaciones de cabeza es sorprendente al principio y, si se supera la sensación de que es un gesto servil (no lo es), se agradece como muestra de respeto al menos externa.
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La puntualidad de los trenes es tal como el mito lo dice. Salen en el minuto que tienen que salir (y, por tanto, han llegado en el minuto en que dicen que llegan). Esto permite organizarse con mucha precisión. La red de trenes, cercanías y metros es muy tupida, además. En mi estancia hicimos muchos desplazamientos en tren y los enlaces estaban coordinados perfectamente. Así se pueden programar todas las visitas que hicimos sin riesgo de retrasos. Me explicó Hiro algo que ya había oído, que para ellos la puntualidad de los trenes tiene el mismo valor que la oferta del supermercado. Que un tren salga tarde y no se le dé importancia viene a ser como que en la carnicería un día te digan que “bueno, hoy no hay ternera, no pasa nada…” algo que no se toleraría fácilmente.
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El pescado crudo me gustó mucho. El sushi también. Siento decir que no utilicé palillos… Mis amigos me pedían tenedor y cuchillo allí donde íbamos.
Hablaré de otras cosas
Me impresionó mucho el Museo de la Paz de Hiroshima.
El primer día “hábil” (el siguiente a mi aterrizaje) visitamos el castillo Himeji, Patrimonio de la Humanidad. Además, está rodeado de cerezos y llegamos el día de su plenitud floral. No se puede explicar. Prometo fotos. Los cerezos florecidos son, sin duda, un espectáculo incomparable. Y están por todo el país (el Jerte es solo un valle, allí es todo).
Estuvimos en un hotel tradicional con aguas termales. Nos sirvieron una cena tradicional japonesa. Tuvimos una sobremesa deliciosa.
No he dicho que tanto Hiro como Nozomi hablan español. La verdad, creo que era la envidia de todos los turistas que se cruzaban con nosotros.
Visitamos los jardines del Emperador en Kioto durante la semana que están abiertos libremente al público (gratis). Me dijo Hiro que realmente yo tenía mucha suerte. A un kilómetro está el palacio del Shogun, que es más rico que el palacio imperial (aunque sea más pequeño). También lo visitamos.
Fuimos al Santuario Itsukushima, también Patrimonio de la Humanidad. Muy hermoso.
También fuimos a Nara, a ver el templo del Gran Buda —un Buda del siglo VIII, la mayor efigie de Buda de bronce, de unos 15m de alto. Impresionante.
Y más cosas. Me enseñó su (de Hiro) academia, donde da clases particulares a estudiantes de Primaria y Secundaria. No se hace rico pero sí consigue que sus alumnos aprendan y aprueben y las madres están encantadas con él.
Termino con un enlace a las fotos que hizo Nozomi.