Sufrimiento
Llevo unas semanas leyendo un libro que me ha recomendado una persona de total confianza, “Meditaciones sobre la fe”, del Padre Tadeusz Dajczer; una colección de textos relativamente breves (de unas quince páginas) sobre diversos aspectos de la vida cristiana (con un énfasis especial en el papel de la fe en ella).
Me está gustando y, aunque no me haya transmitido casi nada nuevo, me está iluminando, o eso creo. A mi entender, pone quizá demasiado énfasis en la acción del hombre (en el “poner de la parte de uno”) y menos del que debería en la realidad de que tanto la vida de fe como la acción sobrenatural del hombre es siempre y principalmente don de Dios. Nada podemos hacer si Dios no nos lo concede (de ahí el agustiniano “dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”). Aun así, un buen libro.
Pero
Mas tengo un reparo que ponerle, especialmente a un capítulo, dedicado a “los medios pobres” (todo aquello que es inútil a los ojos humanos pero puede ser rico a los ojos de Dios).
Sobre la base de los textos de Santa Teresa de Lisieux, enfatiza la importancia que tiene el sufrimiento en la vida del hombre. En sus propias palabras, “se puede hacer nacer almas para Cristo mediante el apostolado de la palabra y de la oración, pero el medio más eficaz es el sufrimiento” (pág. 127). También habla del sufrimiento de Juan Pablo II (al fin y al cabo, el autor es polaco), sobre todo en los momentos finales de su vida, como un medio para alcanzar la gracia de Dios para uno y para los demás.
Yo no puedo entender esto y no puedo creerlo
Si leemos el Evangelio, Cristo nos exige cargar con nuestra cruz. Sí, cada uno con la suya. Pero (hasta donde recuerdo) en ningún momento nos dice que esa cruz nos la ponga Él ni el Padre. Con la cruz debemos cargar, como Él cargó. Pero en ningún momento dice que la cruz salve.
Lo que Cristo nos dice es que solo Dios es bueno.
Lo que Cristo nos enseña es que la viuda que dejó cinco céntimos en el cepillo del Templo fue más agradable a Dios que los ricos pero no por quedarse sin comer, sino por el amor de su corazón.
Lo que Cristo hace cuando se le pide ayuda es curar a la gente, dar la paz, resucitar muertos. Cristo no hace sufrir a nadie.
Y, tal como yo lo veo, si Cristo, en su vida terrena, no hace algo (y nunca produce sufrimiento, como mucho permite que ocurra, como en la muerte de Lázaro), es porque no quiere hacerlo.
Tal como yo lo entiendo, el sufrimiento es malo —no deja de ser una consecuencia del pecado original. Dios no lo quiere y el hombre tampoco debe quererlo. Lo que se nos pide es aceptar la realidad y, tras poner los medios (Cristo pide al Padre que, si es posible, pase de Él el cáliz de la cruz), aceptando esa realidad (i.e. cargando con la cruz), sigamos en comunión con Él y con los hermanos, como podamos.
Del mismo modo que Cristo no quiere el pecado pero sí quiere que aceptemos nuestra realidad de pecadores e incluso que la confesemos.
No nos engañemos
El sufrimiento no libra de nada. El sufrimiento no salva. El sufrimiento no redime.
Solo redime Cristo. Solo salva Cristo. Solo libera Cristo.
Lo que se nos pide es que entendamos que Él sigue a nuestro lado en medio del dolor y que no nos abandona: cargar con la cruz es aceptar la realidad y no rebelarse contra Él ni contra los demás por ella.
Lo que se nos pide es lo más difícil: confiar en Él cuando sentimos que no está a nuestro lado, cuando nos parece imposible creer que existe.
Confiar, eso es la fe.