Misericordia

Dice el Evangelio de Marcos (2:5-ss):

Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados.”

Estos últimos días he estado meditando muchas veces este hecho. Después viene la curación, a raíz de que los escribas que andaban por la casa murmuraban. Pero lo que llama la atención es que Cristo, al ver la fe de ellos (y siempre he entendido que se refiere a los amigos del paralítico y no a este, pues si no el texto diría su fe), le perdona los pecados al enfermo. Él sabe que eso es mucho más importante que la curación; que eso es lo realmente importante. Y basta la fe de otros para que derrame su perdón sobre quien lo necesita.

Qué contrario es esto a nuestros planteamientos.

Pero tampoco quería comparar a Cristo con nosotros.

Hace una semana murió el hermano de una amiga mía. Da igual si era o no muy religioso, lo importante para el caso es que no se oponía a recibir los sacramentos. El hecho es que, cuando estaba a las puertas de la muerte, el esposo de mi amiga sugirió llamar a un sacerdote para que le administraran la Unción de Enfermos. Lo hicieron y pudo recibirla, ya inconsciente. La Iglesia enseña que la Unción es un sacramento de sanación y que si la confesión es imposible (como era el caso), perdona los pecados. Al poco, este señor murió, sin recuperar ya la consciencia. Por mi parte creo (verbo técnico) que se ha salvado.

Hay quien piensa que esto es magia.

Y sin embargo, lo que es es misericordia. ¿Cómo es posible que Cristo, Justo Juez, perdone los pecados de alguien sin confesarlos cuando yo he tenido que pasar por el confesonario y contar mis vergüenzas? ¿Es esto justo?

Mi meditación iba por esos derroteros. Y pienso que se me dio la luz de entender lo que he escrito: Cristo premia la fe de los amigos en un tercero. Cristo, por la fe, perdona los pecados a otra persona…

Al fin y al cabo, el buen ladrón tampoco le pidió que le perdonara.

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