A mí me lo hicisteis

Ya he hablado en otra ocasión sobre este asunto pero este verano, durante mis vacaciones, he experimentado lo que en su día dije de manera especial.

Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis.

Esas palabras misteriosas de Cristo han llevado a muchos escritores espirituales y a muchos doctores a decirnos que “hemos de amar a los demás por Cristo” y que “hemos de ver el rostro de Cristo en los demás.” Como si, de alguna manera, el amar a los demás fuera algo imperfecto y solo se debiera amar a Cristo (Dios, digamos), lo de los demás algo “que puede apartarnos de Él.”

Tengo varios amigos muy especiales (porque son muy amigos míos), personas con las que he compartido lo más interior que poseo y quienes han hecho lo mismo conmigo. Entre estos figuran tres: Gaspar, Bernardo y Antonio, a quienes he visitado este verano durante mi descanso. Tuve la ocasión de coincidir con otras tres personas, cada una de las cuales ha podido ayudar, respectivamente, a mis amigos. Además, sé que lo han hecho gratuitamente y de corazón.

A cada una de estas personas les he dicho o escrito algo así: “gracias por ayudarle, porque siento que lo que haces por él es como si lo hicieras por mí.”

De hecho, el sentimiento que tengo es de que “es más que si lo hicieras por mí.”

La segunda vez que escribí esas palabras ya me di cuenta de que algo tenían que ver con el Evangelio. Creo que si yo siento eso por mis amigos, una madre siente algo mucho más profundo por sus hijos: prefiere que los beneficios y las bendiciones recaigan sobre ellos a que recaigan sobre sí. La buena madre prefiere que la gente cuide de su hijo a que cuide de ella.

Y si una madre es así, Cristo, quien es mucho más que una madre —“aunque ella se olvidare, yo no te olvidaré”, según Isaías— tengo para mí que siente del mismo modo: “a mí me lo hicisteis” no porque “pensarais en mí” sino porque todo lo que hacéis por mis hermanos yo lo percibo como hecho por mí.

Para mí, en este momento, esta es la única manera que tengo de entender el amor al prójimo y el amor de Dios a los hombres.

Yo no soy capaz de ver a Cristo en los demás para así amarles.


Hablé de esto mismo hace un tiempo aquí.

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