Separación
A partir de hoy soy aficionado del Sporting de Gijón y abandono mi apoyo al Fútbol Club Barcelona.
No me cuesta lo más mínimo.
A principios del siglo XX, la ciudad de Breslavia era todavía parte de Alemania (de lo que hoy llamamos Alemania, que a lo largo de la historia ha tenido múltiples nombres). Al terminar la Primera Guerra Mundial (la “Guerra para terminar todas las guerras”, como se la llamó), el Tratado de Versalles obligó a que ciertos territorios de Silesia (y en concreto la ciudad que nos ocupa) fueran entregados a Polonia.
Edith Stein, que los católicos conocemos hoy día también como Santa Teresa Benedicta de la Cruz, religiosa carmelita nacida judía y exterminada en Auschwitz, cuenta en su autobiografía, “Estrellas Amarillas”, cómo su madre, alemana de toda la vida y de ascendencia germánica, nunca se sobrepuso a la pena que le produjo este cambio de nacionalidad.
Qué fácil es hacer daño con un mero pasaporte.
Nadie se queja
Hoy día está ocurriendo algo terrible: un grupo de políticos catalanes, que se supone que gobernarán la autonomía (hoy todavía no han elegido al nuevo presidente de la Generalitat), han emanado un documento que denominan “resolución de independencia”, con la intención de crear un estado catalán ajeno al de España, nuevo, independiente y “libre.”
En la sociedad catalana actual, por lo que se ve en los periódicos nacionales, no hay ninguna protesta organizada. Una clara imagen de esto se ve en el campo de fútbol más grande de Cataluña, el “Nou Camp”, en el que las banderas esteladas —las que se supone representan la república catalana independiente— aparecen sin que nadie denuncie su ilegalidad ni se oponga a su presentación. Es patente que a la directiva del club le importa poco esto (o está incluso a favor).
Oigo con frecuencia —vivo en Asturias y antes he vivido en Castilla— expresiones cómo “que se vayan y nos dejen en paz.” Siempre estoy tentado de intervenir y explicar que hay muchas personas como la madre de Edith Stein que ni quieren tal separación ni serían capaces de aguantarla si se la impusieran. Y que son ellos quienes merecen el mayor respeto por parte del estado de derecho “España” en que vivimos.
Nadie se queja porque nadie tiene que quejarse
Y esta es la clave, no solo para el problema del independentismo catalán sino para cualquier afrenta por parte de una institución al estado constitucional de derecho en que vivimos.
El ciudadano normal ha entregado —al menos este es el contenido del pacto social que denominamos Constitución Española—, ha entregado, digo, la defensa de los derechos fundamentales al Gobierno de España. El ciudadano normal no tiene ninguna obligación de actuar de manera extraordinaria (por ejemplo, poniendo una bandera en su balcón, o yendo con un pin de España, o lo que sea) para defender la legalidad. Precisamente su papel de cuidadano normal consiste en que su vida se centra en su familia. Este es el logro del Estado de Derecho abstracto: permitir que la vida del individuo ordinario se centre en lo que a tal individuo importa por excelencia: la familia.
El ciudadano nomrmal no tiene obligación ninguna de hacer ruido: porque quien está obligado a intervenir es el Gobierno. Quien tiene que actuar es quienes actúan en una sociedad constitucional: los poderes públicos. En este caso el ejecutivo denunciando y el judicial juzgando. Y la Policía (brazo del ejecutivo) cuando llegue el momento.
El ciudadano normal espera que le defiendan porque ese es su papel. Tenemos una vida que vivir.
Creo que todos hemos de aprender esto.
No podemos hacer nada porque nuestra obligación es confiar en los Poderes Públicos.
¿Estarán a la altura?
No olvidemos que el hombre, para defender su vida ordinaria, es capaz de aguantar mucho (el pueblo judío alemán sabe de esto). La obligación del Gobierno de España ahora es defender al ciudadano que no grita pues es quien más indefenso está.
Que no se les oiga es precisamente una nota de que quieren vivir en PAZ.
¿Garantizará nuestro gobierno esta PAZ?
En fin: quisiera que no se juzgara a quien no se manifiesta todos los días por la paz. Porque posiblemente no lo hace porque tiene una vida que vivir. No obliguemos a nuestros conciudadanos a lo que nosotros mismos no hacemos. ¿Cada cuánto nos manifestamos en contra de la Secesión de Cataluña quienes vivimos fuera de ella? ¿Ha habido en Madrid alguna manifestación protestando por el 3%? ¿Por qué no llevamos todos los domingos al fútbol una camiseta contra las drogas? ¿Quién lleva en el coche una pegatina con el lema “no a la corrupción”?
Solo vive centrado en un problema quien subordina su vida a tal problema.