Mr. Fredricksen (UP)
En los “Cuatro Cuartetos” de T.S. Eliot se encuentra la siguiente perla que no dejo de repetirme desde que la vi por primera vez:
The only wisdom we can hope to acquire
Is the wisdom of humility. Humility is endless.
que se puede verter al castellano como
La única sabiduría que podemos esperar alcanzar
Es la sabiduría de la humildad. La humildad es interminable.
Digamos que es una moderna forma de expresar la idea socrática del “solo sé que no sé nada.”
Por mis circunstancias personales me ha tocado muchas veces “explicar” qué es la virtud. Hace poco, como creo que ya he dicho, leí la Ética a Nicómaco, una traducción al inglés hermosamente editada por Cambridge sin parangón con ninguna que haya encontrado en castellano. Es, quizás, el lugar más adecuado para comenzar a intentar desentrañar qué quiere decirse con el término “virtud.” El resumen que ha quedado para la posteridad en la filosofía escolástica es, esencialmente, que una virtud es un “hábito operativo bueno.” Esto requiere la explicación de la noción de “hábito”, de “operación” y de “bondad”, de manera que no se ha ganado mucho. No quiero seguir por aquí.
Mi intención es hoy compartir la genialidad de Pixar en su película UP relativa a este tema. Hay que quitarse el sombrero ante las grandes expresiones artísticas y he de reconocer que considero las películas de esta compañía exactamente eso: expresiones artísticas del mayor nivel. UP, la historia de un anciano viudo que quiere viajar a las Cataratas Paraíso desde niño y de un boy-scout primerizo con mucha ilusión y poca experiencia, es una de las que más aprecio. Mr. Fredricksen, pese a un matrimonio sin hijos y a su viudedad, es un hombre con esperanza y con virtud.
En lugar de explicar el significado del “hábito operativo bueno”, lo que hace el guionista de Pixar es lo que todo buen maestro: mostrar los hechos antes que los conceptos. El mejor momento de la película, a mi entender, y la mayor genialidad, por su poder docente oculto es el siguiente diálogo entre el gran enemigo (Charles F. Muntz, explorador) y Russel, el chaval, quien acaba de tener una discusión con Mr. Fredricksen y ha ido solo a enfrentarse con Muntz:
—Muntz: ¿Dónde está tu anciano amigo?
—Russel: ¡Ya no es mi amigo!
—Muntz: Si tú estás aquí, Fredricksen no puede andar lejos.
¿Hay mejor manera de distinguir entre el estado de ánimo y la virtud? Es la experiencia vital de Muntz, que es malo pero es sabio, la que le hace ver con claridad que Fredricksen puede ser anciano pero es virtuoso —y, en este caso, leal al chico al que una circunstancia absurda ha ligado. Este detalle del guion, que todos los mayores reconocemos como algo “natural” es a mi entender la joya que puede encender una pequeña luz en la mente de los chavales. Russel, el niño, tiene ganas de enfrentarse al enemigo y piensa que el enfado con su amigo ha terminado para siempre su relación. Muntz, que sabe más, distingue entre la pasión y el hábito, entre lo coyuntural y lo estable, entre lo contingente y lo necesario… en fin, entre la emoción y la virtud.
Estoy exagerando: al fin y al cabo, es un diálogo de menos de quince segundos. Pero para mí vale toda la película.
Qué alegría ver que un gran equipo de éxito internacional entiende y explica así de bien un concepto tan difícil y, aunque sea un tópico, tan poco valorado hoy día.
Si tú estás aquí, Fredricksen no puede andar lejos.
Qué manera tan sencilla de hablar de la lealtad.