San Pelayo

El día 1 de marzo acudí a la tercera y última conferencia de Cuaresma impartida por D. Jorge Juan Fernández Sangrador, profesor de la Universidad de Oviedo y Vicario General de la Diócesis. El ciclo tenía por título “Con Dante hacia la luz” y la sesión a la que acudí era una etapa de tal viaje, centrada en todo aquello que posibilitó la travesía de Dante: las estrellas, Beatrice, el amor, María, la luz divina, la Trinidad… Difícil resumir un discurso tan brillante e ilustrador. Solo la luz de Dios puede, en este mundo, guiarnos, y puede hacerlo en toda circunstancia. Luz, verdad, amor.

Como colofón, el coro Amicorum Musicae nos deleitó con tres cantos polifónicos hermosísimos: “If you love me”, de Thomas Tallis, “Ave verum”, de Byrd y una singular y sorprendente versión del himno “Ubi caritas”, de Ola Gjeilo, compositor noruego contemporáneo.

A consecuencia de todo esto, pasé la noche en Oviedo.

Por la mañana decidí acudir a misa al monasterio de san Pelayo, a las 8. Es misa con canto de laudes. Honradamente, pensaba que “no iba a aguantar”, pues a esas horas cualquier actividad previa al desayuno se me hace larguísima. Qué equivocado estaba.

Tiene Oviedo una suerte enorme poseyendo este cenobio benedictino.

Ya había asistido alguna vez a vísperas, hace años, y a la Eucaristía. Creo recordar que incluso a una misa de la Cena del Señor, pero no estoy seguro. Esta vez no era más que una “misa de diario” más larga por los laudes.

No tenía prisa, por suerte, pues los jueves de este trimestre tengo turno de tarde.

Solo puedo decir que la celebración me causó una enorme PAZ. Y que los salmos, por algún motivo, me ayudaron a orar y a estar presente. El celebrante, a quien no conozco, no se tomó ninguna prisa, ni los asistentes laicos —está claro que no todo el mundo puede ir, dado lo largo de la liturgia—. Pero sobre todo me impresionó, una vez más, la piedad de las monjas, que percibí en su buena pronunciación y su canto delicado. Se notaba su voluntad de glorificar a Dios. Qué suerte (gracia) haber podido asistir y saber que están ahí, todos los días, celebrando la gloria y la misericordia de Dios, supliendo lo que el resto no podemos hacer porque vamos corriendo a todas partes.

Hoy ha sido un día verdaderamente agraciado para mí.

Os recuerdo que tienen una hospedería y que hacen unos dulces estupendos, por si podéis ayudarlas.

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