Avería

Hace tres semanas, yendo a Santander, mi coche tuvo una avería en la autopista. Acababa de salir de la gasolinera y, en una cuesta justo antes de un túnel, perdió toda la potencia, se encendió la luz de “avería de motor” y me quedé colgado. Traté de arrancar otra vez pero el motor no tenía fuerza. Aparqué en el arcén y me puse muy nervioso

Por supuesto, ni me atreví a poner el triángulo rojo: a 120km/h los coches van terriblemente rápidos.

La Guardia Civil

Lo primero que hice fue llamar al 112, a la vez que me ponía el chaleco amarillo y salía a la zona de seguridad de la autopista. Quien me atendió —con gran profesionalidad— me dijo que ya se encargaba ella de avisar a la Guardia Civil, y me dijo que yo fuera contactando con el seguro.

A los tres o cuatro minutos apareció un coche patrulla y se bajó la pareja que lo llevaba, un agente más o menos de mi edad o mayor y una agente más joven. Más tarde llegaron los de Tráfico con una furgoneta señalizadora, etc.

Me sorprendió mucho la amabilidad, paciencia, tranquilidad… de la pareja que me atendió (los de Tráfico estaban junto a su furgoneta, unas decenas de metros más atrás). En esas circunstancias, lo que uno necesita es que le den seguridad y le calmen (quizás yo especialmente, por mi natural nervioso). Lo consiguieron totalmente. Valga este breve comentario como elogio. El mayor de ellos me dio conversación hasta que llegó la grúa y le quitó importancia a lo que me estaba angustiando en ese momento. La otra agente se dedicó, entre otras cosas, a indicar el peligro mientras llegaba Tráfico.

La grúa y el taxi

A la media hora más o menos llegó la grúa (grúas Sañudo, de la zona de Cabezón). Otra experiencia tranquilizadora y amable. Me dijo lo que él pensaba que era lo más probable y me llevó hasta donde me esperaba el taxi que ponía la compañía de seguros (Mutua Madrileña).

El taxista, lo mismo: no pasa nada grave, esto se arregla fácilmente, aunque en agosto va llevar más tiempo porque todo el mundo revisa el coche… No recuerdo cómo se llamaba (es un taxi privado, no municipal). El viaje a Santander fue mucho más entretenido de lo que esperaba y también consiguió bajarme la ansiedad.

El inyector

Finalmente, en Gijón (iba a Santander a ver a mi madre), que es a donde la compañía de seguros me pagaba el porte del coche a un garaje, me dijeron que la avería era de un inyector (es un coche diésel). La curiosidad me pudo y busqué en Internet qué era eso y cómo funcionaba.

Ahí llegó la mayor sorpesa. Un inyector trabaja, al menos, a 150 pulverizaciones por segundo. Mi coche tiene unos 150.000km y, echando unas cuentas burdas, en esos km puede realizar unas 1.500.000.000 (mil quinientos millones de inyecciones) a alta presión (unos 2000 bares).

El hecho de que un aparato mecánico de precisión tenga una vida operativa de esa magnitud está muy por encima de lo que puedo entender. Para mí es un milagro que constata, una vez más, que el mundo lo mueven los ingenieros.

El garaje en que me arreglaron el coche (Payfer) trabajó bien rápido y con intención de ayudarme todo lo posible.

Conclusión

En fin: lo que pudo ser una experiencia angustiosa y tremenda, tal y como soy yo, fue, gracias a las personas que me encontré por el camino, algo fastidioso pero muy llevadero. Les estoy infinitamente agradecido.

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