Caminar

El fin de semana que acaba de pasar fui con un matrimonio a Covadonga a bendecir el coche que se acababan de comprar y pasar el día entre los Lagos y Cangas de Onís: todos esos lugares son dignos de visita.

Desde hace años tengo de vez en cuando un problema de fascitis plantar en el pie derecho derivada, al parecer, de tener el pie cavo. Pero desde septiembre del año pasado había empeorado y llevaba meses muy mal. Es un problema muy desesperante.

El caso es que llevaba toda la semana intentando caminar lo menos posible para poder ir con mis amigos y no darles el viaje: desde enero casi todas las semanas he tenido que terminar pasando el fin de semana medio en reposo y con hielo.

El sábado por la mañana me desperté y vi que no me dolía nada.

Por primera vez en mi vida he dado gracias a Dios por poder caminar. Y de corazón. Ha habido veces en que, sin hacer nada del otro mundo (dar un paseo de veinte minutos), al día siguiente tenía la planta del pie derecho que cada pisada era como posarlo en una sarten ardiendo.

Poder levantarme y viajar e incluso subir las escaleras que llevan al mirador que hay entre el Lago Enol y el Ercina y después pasear por Cangas de Onís fue un regalo del Señor. Creo que, además, he encontrado el motivo de todo el malestar de los últimos dos meses (¿llevar una tobillera más de lo necesario? Pienso que sí).

Nunca había dado gracias a Dios por poder dar un paso y otro. Otra de tantas cosas de las que no soy consciente pero que son un don.

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