La cuestión catalana

Enunciaré solamente algunos principios que me parecen cruciales para que el problema catalán que vivimos ahora en este país no se convierta en un germen de rencor, odio o enfrentamiento entre personas. Discrepar no puede ser motivo de discordia. Tener opiniones distintas no puede ser motivo de separación para las personas individuales.

Puede que nadie tenga razón

En las opiniones políticas, la organización territorial posible no me parece un punto en el que pueda haber razón o equivocación. Todos tienen derecho a opinar —en eso se basan las libertades fundamentales—. Nada es, sin más, mejor o peor en la división territorial, en abstracto.

Pero la verdad es importante

Dicho lo anterior, es crucial atenerse a los hechos. La discusión sobre la división territorial, tal como está entendida en Occidente en los últimos siglos, no puede plantearse sin más como una mera “voluntad de separación”. Porque, en Occidente, uno de los principios que hemos asumido es que toda Sociedad se estructura en torno a un Derecho y que, mientras no se pruebe positivamente que dicho Derecho atente contra la dignidad de las personas de manera directa, o la dignidad de un pueblo (si es que esto existe), prima el Estado de Derecho (el gobierno de la Ley) sobre la voluntad popular. Salvo, claro está, el caso en que se modifique tal Derecho, conforme a los principios existentes.

La prueba de la opresión es difícil y debe basarse en hechos.

No puede presumirse la voluntad popular de un acto contra Derecho. Igual que no se presume la voluntad popular por una manifestación o por una huelga.

La discusión es sobre el territorio, no sobre los gobernantes

En ambas opiniones (la separatista y la constitucionalista, por así decir) se ha de reducir la discusión (intelectual) al aspecto concreto: el deseo de independencia de un grupo de catalanes y el deseo de preservación de la Constitución por la otra parte.

Hablar de: España nos roba, Rajoy es un corrupto, Pujol debería estar en la cárcel, Puigdemont es un caradura, etc… es plantear problemas importantes pero al margen del asunto.

  • España puede estar exigiendo demasiados impuestos a Cataluña (puede) con respecto a lo que otras regiones podrían contribuir, etc… Pero plantear esta cuestión como algo crucial para la independencia de un pueblo es desconocer en absoluto que el Estado Occidental Socialista (en el que vivimos, aunque nos pese) se basa en la total eliminación de la virtud personal de la solidaridad. La solidaridad, en el Estado Socialista, no es una virtud, es una imposición que se vive por medio de los —nunca mejor llamados— impuestos. Como una región produce más, se le obliga a contribuir más. Poner esto como un motivo para la independencia es ignorar el elemento más básico de la distribución de impuestos en cualquier estado occidental.

  • La corrupción no puede ser nunca un motivo para una división territorial. La corrupción existe desde que existen los gobiernos. Todos queremos que deje de haber corrupción, en todos los niveles. Argumentar esto es salirse del problema.

  • Las actuaciones personales de los actores son irrelevantes. No tienen nada que ver con el territorio.

Independencia… ¿de qué?

Yo solo viví los primeros cinco años de mi vida en Cataluña, así que no puedo decir nada sobre la vida allí en tiempos de Franco. Pero me planteo las siguientes preguntas sobre la supuesta opresión: ¿se puede hablar de opresión en una región en la que sus ciudadanos tienen libertad de movimientos, libertad de opinión, libertad económica (la misma que en el resto del territorio), libertad de expresión, libertad —de hecho— incluso para quemar banderas y ejemplares de la Constitución, libertad —de hecho— para silbar el himno nacional, libertad de coacción en su actuación?

Porque puedo entender que, quizás, en tiempos de Franco fuera otra cosa (tiempos que, como los de cualquier otra dictadura, no quiero volver a ver ni en pintura). Pero ¿hoy día puede hablar de opresión gente que tiene exactamente las mismas libertades que el resto de los Españoles? Hablar de opresión en ese sentido es faltar a la honradez.

Sí, hay mucha indignidad

Hay mucha indignidad por ambas partes. Pero la indignidad personal y la indignidad de los medios de comunicación y la indignidad institucional no forman parte del problema territorial.

Solo pido honradez. Por las dos partes.

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