La máscara

El 22 de junio de 2015, pocos días antes —según se suponía y resultó ser— de la sentencia sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo, el New York Times dedica un artículo completo a ensalzar la tolerancia del juez del Tribunal Supremo americano Anthony M. Kennedy con los homosexuales y a tratar de mostrar cómo esa tolerancia es fruto de su historia personal como un ciudadano de Sacramento. Entre otros elogios, se cita su “sentido de la empatía y de sensibilidad que es inusual”, su capacidad de “meterse en la piel” de aquellos a quienes sus decisiones afectan. En palabras de un conocido suyo, “creo que sería hacer de menos al Juez Kennedy decir que podría votar por el reconocimiento de un derecho constitucional al matrimonio del mismo sexo simplemente porque conoce personas homosexuales.”

Todo un posicionamiento de un periódico sobre una cuestión judicial y, especialmente, sobre un miembro concreto del Tribunal Supremo.

Por supuesto, el New York Times goza de plena capacidad de actuar.

El 26 de junio de 2015, el Tribunal Supremo americano, en una decisión ciertamente histórica, afirma que la Constitución americana garantiza el derecho de los ciudadanos a contraer matrimonio con personas del mismo sexo. Supongo que hablaré en su momento de este asunto.

Quince días más tarde —esto es muy importante—, el mismo New York Times dedica un artículo de opinión firmado por el Comité Editorial —es decir, expone su doctrina oficial— a denunciar la “Resistencia Ilegal al Matrimonio del Mismo Sexo” —tal es el título.

Citando precisamente al juez Kennedy en la sentencia, dice: “el derecho al matrimonio es un derecho fundamental inherente a la libertad de la persona. Bajo las cláusulas de Proceso Debido y Protección Igualitaria de la Decimocuarta Enmienda, las parejas del mismo sexo no pueden ser privadas de ese derecho y esa libertad.”

En el párrafo subsiguiente —y es muy importante que solo han pasado quince días—, la Dirección del periódico opina: “la mayor parte del país ha aceptado rápidamente estas palabras como la ley del territorio. Pero en varios estados donde la resistencia a la igualdad en el matrimonio ha estado más atrincherada, hay trabajadores del gobierno cuya labor es dar licencia a matrimonios o realizarlos que continuan entendiendo mal, retrasando o llánamente desafiando a la Corte. Sea cual sea el modo en que justifiquen estas tácticas, su conducta es ilegal y deben parar.”

Hablábamos de tolerancia.

El día 6 de julio, según parece, un juez municipal de Toledo, Ohio, se negó a casar a dos mujeres en su corte “basado en mis principios cristianos. Me disculpo ante la pareja por el retraso que sufrieron y les deseo lo mejor.”

Pero ante esto, el New York Times no apela a la tolerancia. Traduzco el párrafo que sigue a las declaraciones de ese juez de Toledo.

“Estos empleados públicos parecen olvidar que los contribuyentes les pagan por hacer su trabajo. Si hacer ese trabajo viola sus creencias religiosas, la mejor solución es encontrar otro trabajo, como han hecho varios desde la sentencia Obergefell.”

Y hablábamos de la tolerancia de la tierra de Sacramento.

Con ustedes el mundo real.

Yo me voy de vacaciones.


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