Charlie Hebdo

Necesitaba un tiempo para aclarar mis ideas y afrontar el problema con la distancia adecuada. Se han escrito incontables palabras y posiblemente se hayan dicho más. La prisa siempre me ha llevado a confundirme, tanto en actividades como en pensamientos. Un amigo mío lo ha experimentado esta semana en sus carnes. Y más de una vez he visto cómo una “demostración” mía escrita con urgencia se evaporaba al enfrentarse a Chronos. Saturno, que devora a sus hijos.

Sí, me hacía falta tiempo para poder realmente reflexionar, que de ello trata esta colección de textos. Reflexionar y alejarme de la pasión que a todos los occidentales se nos encendió con los asesinatos de principios de enero de 2015. Reflexionar para hacerme las preguntas adecuadas, mucho antes que esgrimir, gritar o publicar eslóganes.

El asesinato a sangre fría requiere una respuesta a sangre fría. La histeria, la pasión y la ira, que son necesarias en algunos casos, no lo son nunca cuando se trata de defender el Estado de Derecho desde la inteligencia. Solo en caso de guerra podría uno fomentar la ira y la pasión —nunca la histeria—. Pero me permito recordar que, digan lo que digan los Estados Unidos de América, no estamos en guerra. Este es un matiz primordial. Ni en España ni en Francia se ha declarado el estado de excepción ni se está bajo una amenaza directa y declarada de otro estado. Hemos de recordar que en España, ETA cometió crímenes mucho más pérfidos y horribles y en ningún caso se intentó subvertir algo tan esencial como el derecho a opinar. Incluso a opinar que el País Vasco debía ser una nación independiente.

La histeria es poco amiga del derecho, como se ve cuando en Francia se interroga a un niño de ocho años por “apología del terrorismo”.

En menos de una semana desde los atentados, se ha detenido y condenado a varias personas por la misma “razón”. Cuesta creer que se haya garantizado su derecho a una defensa justa en tan breve plazo. ¿Ha enloquecido la nación francesa? Está claro que sí. Lo único que define a un estado moderno es la aplicación estable, clara y ponderada de la ley. Utilizar un atentado como el de Charlie Hebdo para saltarse las bases del Derecho más elementales, heredadas (al menos) de los romanos, es el principio del fin de la convivencia racional.

Me alegro (y cuesta decir esto) de que en España los jueces tengan más miedo de pasarse con los terroristas que de la opinión pública. Porque eso me lleva a pensar que pueden ser racionales cuando sea yo quien acuda a ellos, como acusado o como víctima. Porque el papel del juez es defender la ley, no satisfacer al vulgo (entre el que me cuento).

Ser o no ser

La polémica estaba servida desde el momento en que Joaquim Roncin escribió el primer “Je suis Charlie” (que, digámoslo honradamente, no es un lema tan innovador ni tan espectacular). ¿Estamos obligaods todos quienes defendemos la libertad de expresión a decir que “yo soy Charlie”? ¿Qué pasa si yo lo soy en parte y lo dejo de ser en otra parte? ¿Qué ocurre si alguien está contra los asesinatos pero también opina que la publicación es basura: debe esta persona solidarizarse con el lema? ¿Debo decir que “no soy Charlie” si el contenido de la revista me ofende?

Que sea poético no hace ni que sea verdad ni que sea bueno.

¿Soy yo, Pedro Fortuny, “Charlie”? En cierto modo sí, pues opino que una publicación tan patética y abiertamente ofensiva contra la Iglesia Católica y contra la religión en general tiene perfecto derecho a existir en el Estado de Derecho como lo conocemos en occidente. Tiene perfecto derecho a existir y, a la vez, a someterse a los procesos propios del Derecho. Como consta que ocurrió con las famosas portadas de Mahoma: el semanario fue llevado a los tribunales cuando publicó las caricaturas de Mahoma, y estos decidieron que no había delito alguno. Año 2007. Han pasado 8 años y ahora se cometen los asesinatos. Demasiado odio durante demasiado tiempo.

Quiero repetirlo por si ha quedado diluido en el párrafo anterior:

Me parece estupendo que una revista como Charlie Hebdo (que, para entendernos, es análoga a “El jueves” pero posiblemente más virulenta con la religión) exista, siempre y cuando se atenga, como hemos de atenernos todos, al Derecho. Si en una publicación los tribunales deciden que hay una ofensa, ha de cumplir la pena que se le imponga.

Insultar es fácil, ofender no

Pero hay más. En cierto modo, no soy Charlie Hebdo. Porque no voy por ahí haciendo la ofensa fácil. Además, tengo de mí una opinión lo suficientemente alta como para pensar que lo que digo puede ser valorado por quien no piensa como yo.

Es que, digámoslo claro: si alguien se siente ofendido por lo que aparece en Charlie Hebdo, es que ni sabe lo que es Charlie Hebdo ni sabe lo que es una ofensa. Un antiguo adagio dice que “no ofende el que quiere sino el que puede”. Como católico, me daría una pena terrible que cualquier otro creyente se sintiera ofendido por lo que publica “El jueves”. ¡Por el amor de Dios! ¿Alguien piensa que hay que tomarse en serio lo que dicen? Si alguien lo piensa, debe saber lo antes posible que tiene un problema. Si te ofende lo que dice un niño de tres años, el problema no es lo que dice el niño, sino tu falta de personalidad. No ofende el insulto, sino la persona y el contexto.

Otro problema sería la aparición, por ejemplo, de un cortometraje en el estilo “El jueves” en una cadena televisiva de ámbito nacional en horario familiar. Aquí sí que el católico como yo tendría derecho a exigir una reparación. Porque se supone que no va a ocurrir, o al menos que no va a ocurrir sin avisar. Como la pornografía a las 5 de la tarde (¿Sálvame? A mí no, gracias). Entonces sí que podría, quizás, ser lógico que se exigiera —siempre a través de los tribunales— un estudio sobre la ofensa a los valores religiosos de una parte de la población. Y ateniéndose a lo que dicten los tribunales en un proceso adecuado.

Porque el derecho a la libertad de expresión, tal como yo lo entiendo, solo se sostiene bajo la tutela de los tribunales y, salvo casos flagrantes, a posteriori. La censura previa es, en principio, un error y un atentado al Derecho que no podemos permitirnos.

Así que, sí, por un lado soy tan defensor de la libertad de expresión como el que más. Y a la vez, de la igualdad de todos ante la ley.

Libertad de expresión. Aceptación de las sentencias firmes.

Y que el incapaz no te ofenda.


Algunos enlaces de interés.

Interrogatorio a un niño de 8 años por apología del terrorismo.

Detenciones y juicios apresurados por el mismo motivo.

Sobre el límite a la libertad de expresión y las detenciones en Francia.

Charlie Hebdo, en 2007, fue llevado a los tribunales.

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