Explicación (no pedida)

Pero, al fin y al cabo ¿quién eres tú?

Como se ve en mi página personal, soy —en noviembre de 2013— un profesor de la Universidad de Oviedo, donde enseño Matemáticas, sobre todo en las distintas Escuelas de Ingeniería —en Mieres y en Gijón; en Oviedo aun no he dado clase. Mi contrato actual dura hasta septiembre de 2015 y después, Dios dirá.

Desde siempre he tenido la fortuna de vivir rodeado de gente culta, con diversos intereses profesionales y también de asistir a gran cantidad de charlas, clases y conferencias sobre asuntos filosóficos, teológicos y humanísticos. Consecuencia de este roce humanístico, entiendo la ciencia moderna (también la mía) como un medio para comprender mejor al hombre y el mundo —y este como el entorno en que el hombre debe aprender a manejarse. Por eso son para mí más importantes los problemas existenciales que los “científicos”, lo que se manifestará en estas reflexiones: una buena novela tiene más relevancia que toda la física de Hawking. Eso sí: hablo de buena novela.

También opino que es mucho más importante que los adolescentes aprendan latín o griego y lean alguno de los escritos clásicos en esas lenguas que que se enfrenten a la noción de límite y mucho menos a la de espacio vectorial. Un chico que terminara el bachillerato habiendo leído, digamos, el Polifemo de Góngora o la Égloga III de Garcilaso y habiéndolos estudiado, tendría suficientes herramientas mentales para acceder a cualquier problema de la vida real, por ejemplo, reconocer una hipérbole. Eso sí: para ello haría falta que se examinara y que una mala nota tuviera consecuencias.

Quien me conoce sabe también que uno de mis anhelos era vivir en el Reino Unido. Esto de momento no es posible y quizás no lo sea nunca, pero el amor por Albión permanece, y por sus hombres y su cultura. Y por todo lo relacionado con

that potent intoxicant, the English language

como dice E. Waugh en su Sword of Honour. T. S. Eliot, Henry James, el propio Waugh, son quizás los literatos anglos con quienes más relación tengo últimamente en su lengua, aunque hace poco he (re)descubierto a Walter de la Mare y me he tropezado providencialmente —eso creo— con Gerard Manley Hopkins. De todos ellos hablaré antes o después en estos pensamientos. Una mujer, Flannery O’Connor, me ha dejado una gran huella, por su literatura y por su fe…

Descubrí la música clásica siendo niño: mi madre toca el piano y mi padre era un gran admirador de Beethoven, Mozart y, en general, todo el periodo conocido como “clásico” —no así el Barroco, me parece que la polifonía no le gustaba, pero el Gregoriano sí, y mucho. Aun así, hasta que no conocí a un gran amigo de Valladolid, un profesor de matemáticas de instituto, no la incorporé a mi vida, hace unos quince años ahora. Él me introdujo en la ópera de verdad, la de Wagner, y en ese momento algo se encendió en mi espíritu. Me inició en los misterios de la música “culta” contemporánea, a través de Philip Glass y de Arvo Pärt, entre otros y, poco a poco, he ido conociendo más personas que me han ayudado a disfrutar con ella. En mi estancia en Inglaterra de 2001 a 2002, tuve oportunidad de asistir a varios conciertos de piano y cuartetos de cuerda. En uno de ellos escuché la Sonata 1.X.1905 de Janaceck, interpretada por Charles Owen y no he podido olvidarla. Tuve también la ocasión de escuchar a Stephen Hough en el L aniversario de la fundación de Netherhall House, un concierto especialmente emotivo porque era en el salón de actos de la residencia y asistía el entonces Cardenal Arzobispo de Westminster, Cormac Murphy-O’Connor.

La música pop de los 80 me sirve como distracción pero no me llena del mismo modo.

Y, para ir terminando esta primera presentación, leí hace poco la Ética a Nicómaco, en una edición en iglés. Siempre tuve ganas y no encontraba una versión española agradable. En un viaje a Cambridge con un amigo la vi en la librería de la C.U.P. y no pude evitar comprarla y leerla “sobre la marcha”. Lo mejor: la noción de libertad como dominio (posesión). La virtud como libertad en ese sentido.

Termino estas deslavazadas consideraciones con las que espero haber coloreado algo el perfil esquemático que puede leerse en mi página personal.

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